por Mª JESÚS HERNÁNDEZ
«Espera un milagro». Esa es la frase que encontró grabada Vicente Ferrer en la pared de su casa cuando llegó a Anantapur. Corría el año 1969 y comenzaba su milagro personal, pero lejos de esperar a que apareciera, salió a buscarlo. Ahora los testigos de su obra, como él, tampoco esperan y salen a buscar el Nobel de la Paz 2010.
La plataforma ciudadana Nobel FVF, en la que se incluyen directores de algunos de los periódicos más importantes del país, empresarios, políticos, destacadas personalidades y ciudadanos de a pie, presentará este lunes —último día de plazo— la candidatura de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) y Rural Development Trust (RDT), ante el Comité Nobel de la Paz en la ciudad de Oslo.
Tras la muerte el pasado junio del cooperante catalán, se crearon numerosos grupos en redes sociales y asociaciones que pedían este reconocimiento, no obstante, como el Nobel no se otorga a título póstumo, los representantes se unieron y resolvieron presentar al prestigioso galardón su obra, su modelo de economía social. «Tenemos las bases y las condiciones necesarias para conseguirlo. Todo está en 'Los cimientos de la paz' (el dossier que entregarán)», asegura el presidente de la plataforma, Rafael Vilasanjuan. «Es un proyecto replicable y de éxito demostrado que merece ser premiado».
Los herederos de esta obra humanitaria están al tanto y respaldan cada uno de los pasos dados por la plataforma. «Esta iniciativa es el resultado del apoyo popular. Es el reconocimiento a una obra que tiene la capacidad de seguir cumpliendo sueños», explica Anna Ferrer, viuda del fundador, quien ya recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998.
Tras confesar que estos seis meses han sido muy duros, no duda en asegurar que «para Vicente este Nobel sería más que un privilegio». Emocionada, Anna Ferrer cuenta cómo ahora intentan hacer realidad otra de las inquietudes de su esposo «estamos tratando de poner en marcha un programa para volcarnos con los ancianos que tienen problemas mentales y se encuentran solos en el mundo».
La revolución silenciosa de Vicente Ferrer arrancó hace más de cuatro décadas en una de las zonas más pobres y áridas de la India, Anantapur, situada en el estado de Andhra Pradesh, y con más de cuatro millones de habitantes. El Santo de Madma, como se le conocía durante su primera etapa en la India, regresaba al país tras ser expulsado por diferencias con los terratenientes del lugar y su orden, la jesuita, que abandonó en 1970. El cooperante cambiaba de región, pero no de ideas. Seguía con la mirada puesta en el último escalafón del sistema de castas indio, los 'dálits', los intocables. Erradicar la pobreza era su sueño, una utopía que se ha hecho realidad para más de dos millones y medio de personas.
Con la ayuda de seis voluntarios, el 'father' Vicente, como le llamaban todos en la zona, puso en marcha un proyecto en el que los ciudadanos eran la base, los responsables de organizar sus comunidades, distribuir y trabajar las tierras, ellos eran los dueños de su vida y los encargados de mejorarla. De esta forma, sin un límite en el tiempo fueron recogiendo frutos, y esos seis voluntarios se han convertido en 1.800 (un 99% forman parte de la población de Anantapur).
Educación, vivienda, sanidad, ecología, mujer, discapacidad... Son sólo algunos de los sectores que desarrolla esta organización no gubernamental con el objetivo de que el cambio sea desde la raíz —parten de la base de que las soluciones llegan a largo plazo—. De esta iniciativa, que ya tiene cerca de 150.000 colaboradores en España, se han beneficiado hasta el momento más de 2.300 pueblos, que pueden llegar a considerarse autosuficientes.
La obra de Vicente Ferrer la guían dos fundaciones, por un lado está Rural Development Trust, que vio la luz en 1970 para impulsar el desarrollo de Anantapur, y por el otro, la Fundación Vicente Ferrer (1996). Esta última, con sede en España, apoya y respalda la obra que se lleva a cabo en la India, garantizando los recursos para su continuidad y contribuyendo a su difunsión internacional. Todo ello mediante donaciones, apadrinamientos —superan ya los 139.000— y el programa De mujer a mujer, entre otros.
Rafael Vilasanjuan explica que hasta ahora se han conseguido más de 62.000 firmas, que encabezan «el respaldo unánime de toda la sociedad española». No obstante, la asignatura más importante y en la que ya están trabajando es «la proyección internacional», algo que han hecho desde el minuto uno poniéndose en contacto con algunos de los políticos más influyentes fuera de nuestras fronteras, entre ellos destacan Felipe González, Ana Palacio y Josep Piqué.
Aun así, la carrera hacia el galardón no ha hecho más que empezar. Queda mucho por hacer hasta conocer la decisión de los miembros del Comité de los Nobel, y si la Fundación Vicente Ferrer tomará el testigo de la polémica elección de Barack Obama como Nobel de la Paz 2009.
«Espera un milagro». Esa es la frase que encontró grabada Vicente Ferrer en la pared de su casa cuando llegó a Anantapur. Corría el año 1969 y comenzaba su milagro personal, pero lejos de esperar a que apareciera, salió a buscarlo. Ahora los testigos de su obra, como él, tampoco esperan y salen a buscar el Nobel de la Paz 2010.
La plataforma ciudadana Nobel FVF, en la que se incluyen directores de algunos de los periódicos más importantes del país, empresarios, políticos, destacadas personalidades y ciudadanos de a pie, presentará este lunes —último día de plazo— la candidatura de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) y Rural Development Trust (RDT), ante el Comité Nobel de la Paz en la ciudad de Oslo.
Tras la muerte el pasado junio del cooperante catalán, se crearon numerosos grupos en redes sociales y asociaciones que pedían este reconocimiento, no obstante, como el Nobel no se otorga a título póstumo, los representantes se unieron y resolvieron presentar al prestigioso galardón su obra, su modelo de economía social. «Tenemos las bases y las condiciones necesarias para conseguirlo. Todo está en 'Los cimientos de la paz' (el dossier que entregarán)», asegura el presidente de la plataforma, Rafael Vilasanjuan. «Es un proyecto replicable y de éxito demostrado que merece ser premiado».
Los herederos de esta obra humanitaria están al tanto y respaldan cada uno de los pasos dados por la plataforma. «Esta iniciativa es el resultado del apoyo popular. Es el reconocimiento a una obra que tiene la capacidad de seguir cumpliendo sueños», explica Anna Ferrer, viuda del fundador, quien ya recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998.
Tras confesar que estos seis meses han sido muy duros, no duda en asegurar que «para Vicente este Nobel sería más que un privilegio». Emocionada, Anna Ferrer cuenta cómo ahora intentan hacer realidad otra de las inquietudes de su esposo «estamos tratando de poner en marcha un programa para volcarnos con los ancianos que tienen problemas mentales y se encuentran solos en el mundo».
La revolución silenciosa de Vicente Ferrer arrancó hace más de cuatro décadas en una de las zonas más pobres y áridas de la India, Anantapur, situada en el estado de Andhra Pradesh, y con más de cuatro millones de habitantes. El Santo de Madma, como se le conocía durante su primera etapa en la India, regresaba al país tras ser expulsado por diferencias con los terratenientes del lugar y su orden, la jesuita, que abandonó en 1970. El cooperante cambiaba de región, pero no de ideas. Seguía con la mirada puesta en el último escalafón del sistema de castas indio, los 'dálits', los intocables. Erradicar la pobreza era su sueño, una utopía que se ha hecho realidad para más de dos millones y medio de personas.
Con la ayuda de seis voluntarios, el 'father' Vicente, como le llamaban todos en la zona, puso en marcha un proyecto en el que los ciudadanos eran la base, los responsables de organizar sus comunidades, distribuir y trabajar las tierras, ellos eran los dueños de su vida y los encargados de mejorarla. De esta forma, sin un límite en el tiempo fueron recogiendo frutos, y esos seis voluntarios se han convertido en 1.800 (un 99% forman parte de la población de Anantapur).
Educación, vivienda, sanidad, ecología, mujer, discapacidad... Son sólo algunos de los sectores que desarrolla esta organización no gubernamental con el objetivo de que el cambio sea desde la raíz —parten de la base de que las soluciones llegan a largo plazo—. De esta iniciativa, que ya tiene cerca de 150.000 colaboradores en España, se han beneficiado hasta el momento más de 2.300 pueblos, que pueden llegar a considerarse autosuficientes.
La obra de Vicente Ferrer la guían dos fundaciones, por un lado está Rural Development Trust, que vio la luz en 1970 para impulsar el desarrollo de Anantapur, y por el otro, la Fundación Vicente Ferrer (1996). Esta última, con sede en España, apoya y respalda la obra que se lleva a cabo en la India, garantizando los recursos para su continuidad y contribuyendo a su difunsión internacional. Todo ello mediante donaciones, apadrinamientos —superan ya los 139.000— y el programa De mujer a mujer, entre otros.
Rafael Vilasanjuan explica que hasta ahora se han conseguido más de 62.000 firmas, que encabezan «el respaldo unánime de toda la sociedad española». No obstante, la asignatura más importante y en la que ya están trabajando es «la proyección internacional», algo que han hecho desde el minuto uno poniéndose en contacto con algunos de los políticos más influyentes fuera de nuestras fronteras, entre ellos destacan Felipe González, Ana Palacio y Josep Piqué.
Aun así, la carrera hacia el galardón no ha hecho más que empezar. Queda mucho por hacer hasta conocer la decisión de los miembros del Comité de los Nobel, y si la Fundación Vicente Ferrer tomará el testigo de la polémica elección de Barack Obama como Nobel de la Paz 2009.
http://www.elmundo.es/especiales/2009/06/solidaridad/vicente_ferrer/fundacion_nobel.html
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